Por Valentina Herrera Velasco
Tardé un poco en entregar esta nota a mi amado jefe don Gerardo Gongora y cuando lo hice, lo hice con temor. Y no se debe al talante de don Gerardo, que no estás tú para saberlo, lector, sino a la impresión que me dejó la visita a la casa de don Xavier López "Chabelo".
Déjame te cuentooo: Como tengo una sólida amistad con Chabe (así le digo de cariño) desde que mi tío Raúl (Velasco) me lo presentó hace exactamente 32 años, fui invitada por su esposa Teresita, a pasar la navidad con ellos. Como la verdad, no tenía planes para esas fechas, decidí pasar una linda navidad en compañía de tan gratos y lindos amigos. En cuanto llegué a su casa, me dí cuenta de que habían renovado mobiliario. Es algo normal, en MI casa, renuevo muebles cada seis meses. Teresita, como siempre, vestida como la dama que es, me recibió cordialmente.
Charlamos durante unos 15 o 20 minutos, interrumpidas algunas veces por su amable servidumbre, sin que Chabe diera señas de su presencia. Teresita debió notar mi inquietud. "Están ayudando a Xavier a cambiarse". Me dijo. No comprendí muy bien el contexto de su oración. En eso bajó por las escaleras don Xavier...o sería más preciso decir, Chabelo, pues estaba caracterizado como el famoso y entrañable personaje, lo cual fue una agradable sorpresa. Y bajó con toda la actitud de su popular personaje, observándome como un niño hosco lo haría. Me levanté para saludarlo y Teresita, discretamente, me pidió que le siguiera la corriente TODO EL TIEMPO. Nerviosa, lo traté como al niño que se supone que es... "Hola nene, ¿te acuerdas de mí?" Chabelo, muy en su papel me respondió secamente con la voz del personaje por todos conocida: "Tu p^t@ madre". Doña Teresita enrojeció de pena y se llevó la mano a la frente, en claro signo de contrariedad ante la vergüenza. Decidí romper la tensión yendo hacia Chabe y pellizcando amorosamente sus cachetes. Chabe por toda respuesta, me dió un puntapié en la espinilla. Me doblé por el dolor pero guardé la compostura. Por muy incómoda que sea CUALQUIER situación, uno debe guardar la compostura en todo momento. " Ah qué niño tan...rápido de reflejos" expresé sonriendo. "Ah qué p!nch3 vieja tan mano suelta" me respondió. Chabelo fue hacia Teresita preguntando molesto: "¿y esta p!nch3 araña qué hace aquí?". "La invité a cenar con nosotros" respindió apenada Teresita. Con esa respuesta, Chabelo sufrió una transformación. Su gesto de niño molesto, se convirtió en una amplia y pícara sonrisa. "Aaaaah...con que vienes a cenar...¿ por qué no lo dijeron antes?" Chabe volvió a ser el niño amoroso que yo conocí. Como todo un caballerito me ofreció una silla en su mesa y me llenó de atenciones. "Ahorita está la cena, ¿eh? No te preocupes". Chabelo se dirigió a la cocina ante la angustia y el llanto de doña Teresita, que no alcanzaba a comprender qué lo motivaba.
Cuando Chabe salió de la cocina, lo comprendí: llevaba un plato cubierto por una charola. La colocó enfrente de mí y la destapó. "Provecho"-dijo con una sonrisa de satisfacción. En el plato, estaban dispuestos tres tacos. Pero no cualquier taco, amigo lector. Tres sendos tacos de...popó. Excremento. ¡Caca, pues! Eso sí, muy bien preparados con su cilantro y su cebolla y claro, con una guarnición de puré de papa. Chabelo, no dejaba de observarme atento, sin parpadear, esperando que empezara a degustar el platillo. "Los preparé yo mismo. ¡Ándale, come!". Volteé a ver a Teresita. "Mejor hazle caso...se va a poner MUY mal si no le haces caso". Tragué saliva y tomé uno de los tacos. Me sentí muy mal. No estoy acostumbrada a comer "taquitos". Entonces para mí el verme forzada a comerlos fue algo humillante. "Todo sea por Chabe" pensé al darle la mordida. ¡Ay amigos! Ni cómo describirles la sensación de asco que me provocó la cebolla cruda. Pero saqué valor al recordar uno de los consejos de mi tío Raúl... hasta lo pude ver parado junto a Chabe envuelto en un halo luminiscente que denotaba su santidad"¡ Tienes que ser una reportera PRO-FE-SIO-NAL! Que no digan que estás en ese trabajo sólo por ser mujer". Y ni modo, amigos. Me sacrifiqué. Honestamente no estaban mal los taquitos pero tenían demasiada sal. El resto de la noche fue demasiado borroso para mí.
Desperté en el hospital con el estómago lavado y con un muy mal aliento. Obviamente, por la cebolla cruda. Pero aún así le entregué la nota a don Gerardo, para que vea que soy toda una profesional. Ayer me visitó Teresita en el hospital. Me dijo que Chabe quiere que los acompañe para el dos de febrero. Que porque me va a preparar un tamal "muy especial". ¡Ya ansío que llegue la fecha para ver qué sorpresa culinaria me reservan! Y eso es todo por el momento amigos, pero recuerden: ¡habrá más!
