Por el Maestro Antonio Chavanel
Uno de mis pequeños sobrinos políticos, insistió en ir a ver una película animada llamada "Isla de perros". El sobrino de marras no es un infante de cinco años sino un joven de veintiocho años con barba hasta la manzana de Adán; de esos que la masa anencefálica llama desdeñosamente "hipsters". Al notar mi desinterés,mi sobrino político insistió en que la película era un "logro cinematográfico"(?) de un director del que yo no había oído hablar pero que asumo como asiático (Wei San Der Son). Cuando le pregunté a mi sobrino en qué radicaba ese "logro" con el que el cineasta contaba a su favor, nunca supo explicarlo, dando traspiés y trompicones conceptuales, cuyo máximo sustento era la "obsesión"(?) de Wei San por "la simetría"(?). Intrigado y complaciente, acompañé a mi sobrino al cine a ver la obra en cuestión. Al día de hoy, tengo bloqueado a mi sobrino por cualquier medio por el que trate de comunicarse conmigo. No es para menos. La película es mediocre, predecible y olvidable. El fijar la cámara por medio de un tripié para lograr "simetrías" lo puede hacer hasta un chimpancé entrenado. Pocos son los directores asiáticos que logran convencer y conmover por medio de su cine. Este no es el caso. Resulta un misterio para mí qué ve la gente en este tipo de obras para considerarlas de su gusto. La verdad no desperdiciaré mi tiempo narrando cuál es el leit motiv de esta cinta. Prefiero abordar un comercial de croquetas para perro que me pareció infinitamente más conmovedor e interesante: el chucho en cuestión es un cachorro. El realizador lo enfoca con belleza, mostrándonos la confusión del pequeño, en un mundo que le es hostil y ajeno. Un mundo en el que es un extranjero. La mirada nostálgica del can enternece. El lazo entre su dueño y él se establece en el momento en el que el hombre, del cual nunca vemos el rostro, se prepara para alimentarlo. El anonimato en lugar de despersonalizar, nos hace empatizar. Tú, yo, él, cualquiera puede ser el dueño del pequeño cachorro. El animalito al notar el gesto de su amo, mueve la cola con agradecimiento previo y podemos notar que la soledad en sus ojos se transforma en amistad. El cachorro es alimentado. Listo. Un cúmulo de ideas narrado en forma precisa y contundente. Síntesis narrativa en un perfecto engranaje artesanal. Ese comercial posee más cinematografía que esa fallida y burda animación.
