Por Giorgio Bassols
Debo confesar que, aunque mi playlist tiene más mezclas de Ibiza que de pop experimental, algo de Brat de Charli XCX me tiene oficialmente… in love. Antes de decir que me volví loco por su música (porque, seamos honestos, hay límites), el disco es una cosa, un evento. Primero, hablemos de la imagen de Charli: ¿la portada? Un hit. Un color verde dominante, que impone el presente, el tipo de imagenes que te hacen decir"Joder, es 2024" (Le voy a decir a mi tio Jose María que use esta portada para agotar existencias). ¿Y las fotos promocionales? Ella en poses que parecen de otro planeta, pero en el buen sentido, como cuando te pasas una noche en Tulum con esa gente que tiene cero noción de quién eres, pero igual terminas en la misma pool party. Ese vibe exactamente.
El primer track, creo que se llama OMG Whatever (sí, eso en serio), fue el que me enganchó. Digo, es como el himno perfecto para alguien como yo, que está entre el "no me importa nada" y el "hoy se me antoja tirar la casa por la ventana". Es más, juraría que la canción está hecha para sonar justo cuando decides salir de pre en el Nobu para luego perderte en alguna fiesta escondida en Polanco con gente que, para ser sincero, probablemente no verás jamás después de ese fin de semana.
Luego está Brat Mode, un track que si me preguntas, siento que va perfecto con una tarde en un yate en Bahamas, nada como muy intenso pero que a la vez te recuerda que puedes ser un “brat” sin perder el glamour. O sea, Charli sabe. Sabe que hay un punto en la vida en el que ya no es cool pedir shots en masa, pero que la actitud irreverente nunca pasa de moda. Es como si hubiera captado perfectamente el dilema millennial de estar en tus treintas: aún quieres alocarte, pero con clase.
Y luego está el remix de Teenage Dream Nightmare. ¡Güeeey! Lo puedes poner de fondo en una cena y, aunque nadie entienda nada, todo el mundo se va a sentir increíble. Ya sabes, esa mezcla entre "estoy en la fiesta de alguien que seguro hace cosas ilegales" y "estoy demasiado a gusto en mi zona de confort con una botella de Moët." La música de Charli en este disco tiene esa vibra, la que va de la mano con una buena champaña y un after en la azotea.
¿Mi conclusión? Brat no es un disco para quien quiera algo clásico. Es como si alguien te ofreciera un cóctel de mezcal en un bar secreto y tú, sin pensarlo dos veces, te lo tomas. No es porque ames el mezcal o ni siquiera porque te guste el bar, sino porque está de moda y es un poco irreverente. Y en el mundo de Giorgio Bassols, eso cuenta casi tanto como la música en sí.
Entonces, en una palabra: ¡ícono! Si estás buscando el soundtrack de la vida de alguien como yo (alguien al que le gusta lo más caro, lo más excéntrico, lo que brilla más en el feed de Instagram), este álbum es para ti. Pero claro, solo para escucharlo cuando la ocasión sea perfecta.
9.0/10
